Las metrópolis europeas son la meta de muchos turistas de todo el mundo, especialmente gracias a sus monumentos históricos. Entonces, en el mismo corazón del viejo continente se encuentran tres ciudades que, aunque de pequeñas dimensiones para las medidas europeas, pueden ofrecer a sus visitantes el testimonio de su riqueza y, a menudo, su turbulenta historia, sus maravillosos tesoros arquitectónicos y escenas como sacadas de una postal.
Dresde
La ciudad de Dresde está unida sobretodo al nombre de Augusto II El Fuerte – se trató nada menos que del Elector de Sajonia y rey polaco Federico Augusto I, el cual construyó en la primera mitad del siglo XVIII su «Florencia en el Elba». Otro hito de esta ciudad fue su bombardeo hacia el final de la Segunda Guerra Mundial, cuando se destruyó la mayoría de edificios importantes. El recuerdo más conocido de este trágico acontecimiento es probablemente la iglesia de Frauenkirche, la cual fue reconstruida a partir de sus ruinas entre los años 1994-2005. Entre los lugares más buscados, además de Frauenkirche, se encuentra también la galería Zwinger, la antigua plaza Altmarkt con una galería comercial del mismo nombre o el castillo de Dresde con el llamado Desfile de los Príncipes (Fürstenzug- esta es la obra artística de porcelana más grande del mundo). La ventaja de Dresde es que es preciosa en cualquier estación del año – en verano saborearéis la frescura de una de las ciudades más verdes de Europa, antes de Navidad podréis disfrutar del fascinante ambiente de los típicos mercados sajones de adviento.
Praga
No en vano es conocida como la Ciudad de las Cien Torres. La cada vez más popular Praga puede presumir no solo de uno de los castillos más grandes del mundo – el Castillo de Praga, sino también de poseer una gran cantidad de emblemáticos edificios históricos en la Ciudad Vieja y Nueva. El Barrio Pequeño con sus rincones pintorescos invita a disfrutar de unos paseos románticos o a perderse con su cámara fotográfica. Praga también es conocida por su excelente gastronomía. Los restaurantes de Praga os servirán con gusto platos tradicionales de la gastronomía checa, a menudo, sin embargo, preparados de una manera vanguardista. Elegid su hotel en Praga, si es posible, a una distancia a pie de los lugares de interés – ya que «perderse» sin más por las calles del centro histórico de la ciudad tiene su magia especial.
Bratislava
La última ciudad de esta tríada centroeuropea es Bratislava. También ésta se vanagloria de su castillo, el cual está considerado el símbolo principal de la ciudad. Sin duda merece la pena la entrada al castillo – una vez arriba aparecerán ante usted unas magníficas vistas de Bratislava y sus alrededores. Asimismo vale la pena ver el centro histórico de la ciudad donde podréis visitar, por ejemplo, la Puerta de Miguel – los restos de la fortaleza medieval original, el Antiguo Ayuntamiento o palacios barrocos pomposos. El monumento Slavín, que se alza sobre la ciudad, recuerda a los soldados soviéticos caídos durante la liberación de Eslovaquia al final de la Segunda Guerra Mundial. Además del ambiente reverente que obliga a la reflexión, los visitantes podrán disfrutar de otras maravillosas vistas panorámicas de la ciudad. Después, podréis relajaros paseando por las calles con estatuas de la ciudad – hay muchas instaladas aquí y cada una tiene su propia historia. Por la tarde podréis disfrutar de una copa de vino en alguno de los locales del centro de la ciudad.