Aunque pueda parecer que se trata de un tema muy actual, la realidad es que la historia de la videncia y la adivinación se remonta a las grandes civilizaciones antiguas: la egipcia y la griega. El hombre siempre ha sentido inquietud ante lo que le depara el futuro y, en esos tiempos inmemoriales, las personas adoraban a los dioses a cambio de obtener su protección y su sabiduría.
Hoy en día, no hay que acudir a ningún templo ni adorar a los oráculos. Con una simple llamada telefónica es posible realizar una consulta con tarotistas buenas sin gabinete y sin necesidad de salir de casa. Como comenta Manuela Ramos en su página web, un buen tarotista también debe poseer el don de la videncia natural, que es innato y no se puede aprender. Los videntes naturales tienen un nivel de precognición superior, por eso sus predicciones son mucho más exactas.
Por otra parte, un vidente necesita mucha concentración mientras realiza sus consultas, por lo que el ambiente bullicioso de un gabinete, donde no paran de entrar llamadas, es el menos indicado. Es por ello que, en la actualidad, las mejores tarotistas y videntes atienden desde su propia casa.
Los oráculos egipcios
Los oráculos eran los templos sagrados en los que se manifestaban los dioses y, al mismo tiempo, un oráculo también era la respuesta que los dioses daban por medio de una sacerdotisa o tras la interpretación de algunas señales. En los templos egipcios se adoraba a sus deidades, que normalmente se representaban como una mezcla humana y de diferentes animales. Uno de sus principales dioses fue Horus, que adoptaba la forma de un halcón.
Las personas depositaban sus preguntas por escrito en el templo y más tarde se interpretaban las respuestas de los dioses a través de factores naturales o con el comportamiento de los animales.
Los oráculos griegos
Uno de los oráculos más famosos de la antigua Grecia fue el santuario de Delfos, dedicado al dios Apolo (se considera el equivalente griego del dios egipcio Horus). Es en el templo de Delfos donde apareció la figura más antigua del vidente: las Pitias o Pitonisas, sacerdotisas que transmitían las respuestas de los dioses, que siempre eran simbólicas y muy enigmáticas. Por lo visto, el nombre de la primera Pitonisa fue Sibila, y por eso también se utiliza este nombre para referirse a aquellos que tienen facultades psíquicas.
De Roma a la Edad Media
La videncia se oficializó en Roma hacia el año 750 antes de Jesucristo, donde había videntes oficiales que se encargaban de comunicar cuál era la voluntad de los dioses respecto a los proyectos que emprendían los hombres. Además, los romanos asimilaron los oráculos griegos y crearon otros propios. Antes de los eventos importantes, los grandes líderes consultaban a los oráculos para conocer sus predicciones.
Durante la Edad Media destacó la aparición de diversas mujeres videntes, siendo la más famosa Hildegarde de Bingen. Fue abadesa en la orden de las Benedictinas, profetisa, mística, médica, escritora y compositora. La vidente alemana también es conocida como la profetisa teutónica y la sibila del Rin. Poseía una profunda contemplación espiritual y, cuando alguien le hacía alguna consulta, recibía las respuestas por medio de visiones que invadían su mente.